DESDE MI LIBRO:" A GABRIEL NO LO MATÓ LA LUNA"

HASTA QUE POR FIN DIOS ME HIZO MUJER.

 

…cuando no pague impuestos ningún sueño

ni haya séptimos pisos para amarse…

Entonces,

cuando el amor tan sólo,

será todo más fácil.

JOAQUÍN SABINA

 

Cuantas veces, Cary, habrás dicho te quiero o  te amo.   Cuantas veces esperaste ese diluvio universal que Dios les regala a todas las mujeres para soportar las vacunas del sexo. 

 

Cuantas veces hasta esperaste lo malo y te llegó lo bueno.  Y cuantas veces pensaste: Bendita sean estas adiestradas fieras que vienen a mi pila bautismal.   Porque no lo dijiste.  Te lo tragaste, Cary, porque los adultos somos como las carteras mal pagadas, que siempre están llenas de recuerdos pero no de dinero.  Aunque Joaquín se limpie uno de sus pecados diciendo que el dinero, ese bello penitente, es el único Dios verdadero.

 

Hasta que un día Dios te hizo, no lo que a Joaquín, sino lo que a ti, te hizo mujer.  No a tiro limpio sobre la nuca, sino sobre los récord que guarda el mismo santísimo para que tu cartera esté bien pagada.  Y al fin te llenes la boca maldiciendo a los ministros sin fuste y con cartera, maldiciendo a los chulos de rameras malpagadas.

 

Y eres, Cary, la primera que se levanta bien temprano sobre el espacio que guardan las arenas para los niños en el verano,  a soltarle al mar el primer movimiento que te penetra como no te ha penetrado jamás nada dentro del cuerpo.  Y se te acaba lo lento, lo que decrece… Se te acaba, Cary,  esa espesura que tienes en el pecho desde que naciste mezclada con el ruido del llanto,  tan parecido al estruendo del mar donde fuiste ahora mismo a soltar, a botar.  Porque tu eres una hija bien purísima del mar,  y nunca te habías dado cuenta de ello hasta hoy que te sientas en el peldaño más alto que tiene la escalinata de tu cuarto para apagar de una vez por todas el ruido del motor que tienes dentro circulándote como una respiración incómoda hace mucho tiempo.  Y el lugar se vacía, el rostro doloroso se aparta, la mano ácida cae, los dedos no te señalan rotos cristales… Los ojos se te abren.

 

Entonces ya sabes decir: malditos sean los desarmados en los desalmados, y benditos sean los ceros a la izquierda… Benditos los donjuanes sin tierra ni partido.  Malditas sean las veces que dije te quiero.  Maldita sean las veces que dije te amo.

 

Y te desapareces de la escalinata donde estabas meditando con una ternura tan desesperada que ahora estás de una distracción continua a otra.  Das media vuelta riéndote de tu lagrimón estilo cocodrilo,  de  tu cuento de calleja en todos estos años, de tu retrato robot.   Pero no ves que detrás de ti todavía está tu fotocopia que te enmarca descaradamente  como un farol encadenado  para vengarse de las cuantas veces que dijiste te quiero o te amo sin sentirlo, solo para probarlo sin voluntad, sin deseos, con risas… Solo para calmar el encadenamiento que tienen las palabras unas a otras en los encuentros, y tus ojos se agrandan para ver la única luz que te entra, que te llega, que te penetra como si fueras a reanudar la palabra vacía del te quiero, y caes pero no caes como las gaviotas muertas que siempre has llorado en el muro del malecón. Caes antes de la serpiente, antes del paraíso.  Caes ante Eva,  porque verdaderamente cuando sí te caes  de verdad es después de copular con los dedos de una mano que te regala el gusto de cada mañana. Y así, y solo así caminar sobre la arena tibia del verano echando a un lado los quitapenas que dejan resaca.  Las marujitas que pierden al bingo.                 07 de julio 2011

Category: 0 comentarios

0 comentarios:

Publicar un comentario