COMO UNA BESTIA PERO SIN SON

COMO POR ARTE DE MAGIA.

 

 

Mi vecino trajo un marajaibo para su patio. Todas las noches el marajaibo canta.  Pero por el día no hace más que llorar y llorar.  El marajaibo es un animal horrible, pero es la única forma que tiene mi vecino de demostrar que él es más marajaibo que el propio marajaibo.

 

Los paseos nocturnos del marajaibo son un deleite. Melodías tan exquisitas como las grandes sinfonías de Mozart te las entona que no piensas ni por un momento que te acostarás a dormir, pues es como si tuvieras al mismo Mozart haciendo de las suyas con sus chelos, oboes, clarinetes y teclados… Para no decir su olvido.  Porque de Mozart  cuentan cadas  historias que son peores que las del marajaibo, que dicho sea de paso le han puesto hasta un nombre de bautizo.  Lo llaman el Guarajito. 

 

Entonces, Guarajito para aquí y Guarajito para allá.   A toda hora y en todo momento, mucho más en el día que es cuando le entra la fiebre del llanto.  Un llanto que es colosal, fuera de temporada.  El marajaibo se desborda que es un río con todas sus turbulencias.  Todo parece que es su catarsis, o quizás (pienso yo) que sea la de su propio dueño que le ha hecho tanto daño a la humanidad que le recae como un clavo en el propio corazón al humilde marajaibo.  Y de ahí que no pare mientras el sol esté en su más puro alumbramiento.  Permita la virgen de la Magdalena que al marajaibo se le acabe este dilema porque a mí y a todos los que estamos por acá nos tiene a puro destrozo.  Ya estamos que lloramos a la par con él, es tanto el dolor que tiene por dentro que se esparce como una espuma de mar dentro de la tierra.  Llanto por todo lo que chivatea su dueño, llanto por todo lo que roba su dueño, llanto por los pases de golpes que le da al hijo su dueño, llanto por todas las mentiras que aporta a la humanidad su dueño, llanto porque no lo alimentan casi nunca, llanto porque lo someten a caminar durante el día horas y horas …

 

De ahí que el marajaibo cante toda la noche porque siente que toda la sucia opresión que le meten en el día se esparce, se irradia, se sale de su contorno.  Y llega lo que comúnmente llamamos la libertad del marajaibo. Sonríe, baila, bebe… Y tiempla, porque el marajaibo ya es un inteligente.  Ha tenido que aprender tanto con su tristeza dentro, que no hay gallo que se le escape, ni gallina, ni perro o perra...  El  marajaibo es como su dueño, un clásico maniático, lleva el hermafrodismo por dentro y lo oculta que es una de las mayores trampas que le ofrece a la sociedad.  El sabe que si vale tanto no es por gusto.  El sabe que si muy pocas personas tienen un marajaibo paseando en sus patios no es por gusto.  El sabe que si solo los personajes grandes son los dueños de los marajaibos no es por gusto.  De ahí que goce ese pedacito de vida que Dios le ha regalado hasta lo último.  Lo exprime con un delirio atroz, es por eso que por la noche canta y por el día llora, porque no quiere, no puede, no desea enseñarle a la sociedad que es un desgraciado hermafrodita que se dispara al que se le ponga por el lado, por el frente, por la espalda… O por donde le venga.  Ese no es su desengaño, esa es su virtud.  Y no digamos que no la goza porque es  un mago en eso.  Nadie pero nadie se ha dado cuenta de ello. Solo yo que ando como el marajaibo, de noche a noche, lo sé todo.  Inclusive el canto del marajaibo me ha servido hasta para inspirarme en mis poemas.  Me bajan unas musas que son indescriptibles pero muy buenas.  Buenísimas.  Durísimas.  Entonces la poesía se me pone calentita como el mismo canto del marajaibo. Me suben y me bajan unos gorgojeos que he tenido que silenciarme yo misma con un caramelo en la boca porque si me dejo con estas musas dentro la gritería fuera más que la del mismísimo marajaibo.

 

Pero hay algo prodigioso en todo esto: Mis poesías quedan escritas  de rechupete.  Premiadas, diplomadas, y hasta una,  dos y tres se han hecho la gran best seller. De ahí que el canto del marajaibo a mi me conviene, en cierto sentido.  No en todo, porque el pobre, el día lo tiene que mata a todo el que le caiga cerca.  Es entonces que hay que huir, porque el día lo llora recordando que cuando en la noche no canta es porque el dueño le enseña cómo se baila al compás del son.   Y se lo enseña muy fuertemente, con unos exorcismos atrevidos que ya pasan de la raya a cualquier marajaibo. Mucho más a éste que ya se siente infeliz,  porque le ha tocado un dueño que no conoce de libertad  y lo encierra.  Pero no lo encierra para que deje de cantar, lo encierra para darle el compás del son a puro galope.  Se le sube, se le baja, se lo mete, se lo saca… Se lo chupa.  Pobre marajaibo encantado es la única vez que llora de noche.

 

Ya el marajaibo hasta lo está pensando.  Liquidará a su dueño.  Lo sacará de circulación en cuanto madure un poquito más la idea.  Lo va a esperar en algún sitio con mucha paciencia, porque el marajaibo es una eminencia inteligentuda, tiene un almacén de datos dentro que no lo tiene nadie en el planeta tierra.  Lo esperará y después se dejará arrastrar como siempre lo ha permitido. No existirá riesgo de error, no puede existir porque dos cabezas juntas dan más luz a la vela que una sola.  Por supuesto, la otra cabeza es la mía que detesta perder el canto del marajaibo, porque simplemente su dueño se le encarama sin contrariedad alguna con su lámpara doméstica a baja luz para sentir y ver cómo se viene su estupendo marajaibo, que bastante que le costó.  Cosa ésta que muy pocos han logrado porque un marajaibo es un caso único sobre la tierra. Un marajaibo es como la estela de un cometa, no se huele pero se ve.  No se toca pero anda. No se deja fotografiar pero existe.  No se escabulle pero vuela… Y cuando vuela es porque mata.  Asesina, suicida… Liquida.

 

Muy pocos científicos han logrado examinar los tejidos de un marajaibo, porque en el peor de los casos estos eminentes han salido destrozados.  Muertos casi en su mayoría.  Lo único que entiende un marajaibo es que él nació sobre el planeta tierra para ser leal.  Y pobre del que le quite ese tipo de entendimiento. De ahí que ya sabe que puede contar conmigo para lo que sea porque yo también nací leal.  Y se me está acabando la reserva, me queda tan escasa que le tengo miedo a mi propia actitud. Le tengo pavor a que si sigue ardiendo ésta rabia sobre aquel borboteo benigno que me fue común en "La Hija del Agua" ahora no se me aparezca más, y me descubra como una leona siguiendo la huella de quien trata de vedarme.

 

Y como el marajaibo y yo vivimos en el mismo distrito con una sola señal recíproca que me haga ya tenemos el enlace pactado.  Me vendría de maravilla que ya el marajaibo lo tenga todo bien consumido, todo bien estructurado para quitar del camino a su dueño, que montado en sus multicolores caballitos (porque no resiste el veloz viaje de las montañas rusas) quede acabado no a cuenta de golpes y porrazos, sino a cuenta de que descubran que su gran secreto es el mismo marajaibo.  Un secreto  que le encantaría conocer a muchos de los que viven en este distrito,  que muy a menudo lo distinguen como un gran caballero.  A cambio de esto reciben un sinnúmero de ofertas.  El dueño del marajaibo tiene el distrito de esta ciudad comprada.  Siempre anda en la busca de nuevos atuendos.  No cabe duda que quiere ser como el marajaibo, esbelto, bello… Adonis.  Jamás lograrlo.  Tiene demasiado rojo en su contorno.  Es un cabrón demonio.

 

El marajaibo ha traído un centenar de salchichas y las ha colocado por todos los lugares, ciertas copas de champán también han aparecido como por arte de magia.  Serpentinas y confeti al estilo de los carnavales decoran alegremente el lugar.  Tiene que demostrarle a su dueño que se ha pasado la vida como un miserable, pero que ahora que le llegó el don de la abundancia puede satisfacerlo a él en el todo,  a sus familiares y a las amistades también.  Y no escatima, hasta le trajo una casa de la más alta burguesía, una decoración interior con estilo primaveral, un servicio de vigilancia permanente, tres autos del nuevo milenio, aparatos de diversión controlados por sistemas electrónicos de la más alta calidad… Y también trajo una  alegría permanente porque se ha pasado su puta vida de pie y realizando energúmenos trabajos sin interés alguno. Pero ahora que todo lo puede, la cosa será distinta.  El marajaibo sabe que ahora sí todo está en sus manos.

 

El marajaibo tan avispado como siempre me ha escogido a mí como la supervisora principal de vigilancia. Hemos tomado el mismo camino.  Vamos a matar al dueño.  Solo falta la señal de nuestra recíproca coincidencia. Espero que sea esta noche.       

 

18 de septiembre 2011

 

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