MUJER QUE ESCRIBO BUSCANDO
A: Inés, como
Mujer que vienes como la llegada de los dioses
a sobrepasar la nostalgia de mis apuros con tu luz.
Mujer que no sé quién eres
Ni en qué protagónico escuchas a Cristo…
Dime qué paso no he dado en falso
Para que así me llegues con este bien de primavera.
Mujer que me late el corazón
Sin respiro recortado
Sin espacio de mármol desde su frío.
Mujer que solo con campanas oigo el ademán de tu canto.
El rememorar de tu púlpito en el monte.
Mujer que existes más allá de lo invisible
Dime en qué curiosidad no divago para encontrarte
Así de simple
Como si ya no fuera yo un molino vagabundo.
Mujer hermosa, qué tan lejos de la piedad escondo el egoísmo de amarte.
Qué tan lejos de las revelaciones escondo el secreto de tenerte
Como un jardín de flores naturales.
Mujer consignada,
Mujer sin nombre
Júzgame tiernamente:
La noticia que Dios le dictó al mundo se parece mucho a esta carta
Que le escribo al mismo mundo y a ti.
Hoy.
Cuba, enero, Villa Clara, 2013.
“EN EL TÚ CON EL YO… O CON EL DE ELLA”
A: Pura Inés, diseminando las impurezas de su versatilidad porque empujó al Adán de su Eva desde su balcón.
Inés ha comenzado a desmenuzarse. La vista se le ha alargado tanto que siente como si verdaderamente estuviera desmenuzándose. O quizás sea que está sacándose la mala vida que la acompaña desde que comprendió que la misma vida o se toma a mierda o no se toma con esas diez jodidas preguntas que ahora tiene en la mente martillándole, y que se propone ir largándolas a toda mujer que se encuentre en el camino, para ver si es cierto o no que todo, pero todo lo que el universo refleja tiene sincronicidad.
De ahí que ahora esté como si estuviera detenida en el tiempo, en el espacio o dentro de las nubes que casi puede palpar, pues se encuentra en el balcón de su casa. Un balcón que refleja lo que
Alguien que uno tiene que tenerle la mirada puesta para donde ella misma
Quién será Inés, o qué será Inés, o de dónde salió Inés es la misma pregunta que se hace Idania cuando la encuentra en el paso de la escalera de su trabajo mientras la va subiendo como si fuera una gata que, ya en celo, maúlla desde los tejados del vecino o de
El asunto es que los balcones reflejan lo mismo que el universo. Así como mismo está reflejado en Inés, que es la mujer más primordial del mundo, es ella misma y nadie más que ella. Quién le coloca la duda a una mujer de esa índole, de ese misterio, de ese enigma. Nadie. Y que no habrá sortilegio ni eufemismo, ni maullar de gato alguno que la saque de esta conceptualidad, que dicho sea de paso, le queda muy bien. Pues Inés es una especie de sacerdotisa sacada de las más profundas inmensidades del mar. Y que ni ella misma, ni siquiera confusamente, se ha dado cuenta que
De ahí que todavía tengo a Inés levantada, de pie, ensortijada con el cielo dentro de una nube que no sabe si es gris, azul o cobalto, porque no ha dejado de pensar ni un segundo en el encuentro que tiene premeditado darle al Ogún seductor que ya tiene en la puerta de su teléfono diciéndole esos horrores de la palabra que son más seductores, que la misma mujer que la acaba de soltar por pura fantochería como si fuera una presa mal habida, mal cazada. Donde por seguro da que no hubo ni pudo hacer un cálculo de mesa en aquel entonces. Pues de ser lo contrario todavía estuviera comiendo delante de esa misma mesa y dándole golpecitos continuos a los muslos de Inés por debajo del mantel, para que el hijo o los hijos que hoy están de visita en la casa no se dieran cuenta que ya Inés salió del balcón, dejó de mirar las nubes para colocarse su bata de casa estampada, y se ha tirado –casi sin proponérselo- delante del sofá para ver la película del siglo. La película que todavía no ha dejado de ser la leyenda de las seducciones. Ella misma.
NOVIEMBRE 2012
ANGELUS QUE NO ESTÁS EN LOS CIELOS
A: Pura Inés, corazón que dicta perdón sin la palabra…
Mujer que llegas con el mar oculto en la mirada.
Y yo me desnudé a Dios
Yo me quise amar ante el orgasmo de lengua que habló entre tus montañas.
Mujer que reza este poema sin la poca vergüenza en que nacimos.
Desde otros.
Hazme inercia sin volverme más virtuosa que el mar.
Pero no me venzas.
No me digas que
en su hamaca de Olimpo.
No me digas que
ahogada de los que la maldicen.
Yo soy el perdón y la novia.
La mujer que llega con el mar oculto sobre el tejado de vidrio de sus senos.
Nadie lo ha descubierto.
Solo Dios
que se quita sus siete vidas para echarme desnuda
sobre el beso que ya casi nos damos.
Que ya casi nos bendice
aunque nuestras bocas deliren
sobre signos mal pagados.
Villa Clara. Cuba, Noviembre, 2012.
PISADA DEL OCÉANO
A: Cary, en el cruce que supera el viento de agua con que la contagio.
Vuelo, la historia se engarza
en este vuelo.
Me creo la victoria que se dispara
sobre los pies húmedos
de quien amo.
No voy por olor.
La miseria se regala
No se va en ella… A ella.
Miserable yo si no me conociera
el engarce…
La miseria del que llega
como un hecho de victoria.
Nada me vence.
Soy digna única de los pies húmedos
que me persiguen
como una gran pisada de océano
en la hechicera que sí descargo
para mis adentros.
11 de Julio 2011
PARA CUBRIRME DE OCTUBRE
Para: Odalys García Ricardo, sin adiós de tren.
Para llenarte de luz con mi inocencia
está escrito tu beso en la pared.
Sería bueno preguntarse si es
un beso milenario o romántico.
Este beso que no pierde.
Y me encarcela como pie desnudo
que resta y resta sobre el rubor de mis parques.
La pared, como Fátima, rostro de futuro que coloniza
al Dios que guardo indecoroso entre mis piernas.
Yo, en una cuerda más del mundo,
comparándome como un anuncio de alma fecundada.
Octubre sucediéndose.
Celoso y conspirado.
Un también sin porcelana.
Tú, en un grito de hotel de mala muerte
para gritar el mayor de los te quiero.
Un niño que corta mi afluente.
Y yo…
Y tú.
Sept/ 2007.
GETSEMANÍ
A Eme, con su frente nimbada de fuego y hacia Roma.
Eme se juega el amor con los juegos del ombligo
Pero la esperanza de los crueles tejedores
Gritan que una gota no es inocente en su sudor.
Cristo mío, tú que estás desnudo en Getsemaní
Yo soy el santo de los ombligos.
Confesarme mis pecados me asustan.
Soy efluvio.
El aire siempre sopla sobre este soldado de anhelo triste.
Te admiro, extraño signo del azul.
Pero anda y vuelve el rostro.
La colina laureada solo perfuma tus axilas
junto al divino aroma de tu misericordia.
Eme, herida alma.
Inocente en su sudor,
Enciende el incienso en la primera catedral de tus estaciones.
Y ante la novena puerta deja tu más pura pasión perversa.
Y oye latir la aorta de los que te escoltan.
Mueve las flores. Sálvate.
Yo tuve diez noches para besar a María
Pero fue una vez en un bosque de Bohemia.
Y un crédulo poeta a veces no escucha el gemir de sus poemas.
Pierden la cabeza.
Se esconden.
Es inútil decirlo en evidencia.
Pero hay bosques, Eme, que asfixian con aire inocente.
Recuerda, Eme, de tu vicio original
De tu noble corazón realmente amado
De tu ausencia a fin de cuenta.
De la medida de anillo en el cordón umbilical.
Y ante tu novena puerta solo arráncate el divino aroma de las axilas como la gota inocente
de un poeta que puede salvarte si solo besa
diez veces a María sin tu escolta.
Benditos sean estos amores locos
que nos unieron en Getsemaní.
Que nos mueven los jueves a decir la gracia y el santo.
Casi espantado.
Y que nos perdonen las tinieblas de mi bosque.
Y que te perdonen el amor de los juegos de ombligo con un descendiente en mi destino de julio.
Oh, Cristo, tú que estás desnudo en Getsemaní.
Rosado y lleno de traición
que sea el hombre quien tire la primera piedra.
Las diosas terrestres
Como yo
Como tú
solo descansan su más pura pasión bajo sus faldas.
15 de enero 2012.
CINCUENTA Y… SEIS.
Para Cary, sobre un puente de
Matanzas.
Cuando ya tenga cincuenta y seis años me compraré una alfombra de cristal para ver si de esta manera logro alumbrar a mi inocencia. Quiero y debo ser virgen en ese momento. No molestaré a quien disfrute de los favores que traigan los recortes del cristal de la alfombra cuando
Ella se ha puesto una nube de sol en la cabeza, y yo me he puesto un cincuenta y seis en el cuerpo que no tiene nada, y en absoluto, que ver conmigo. Su nube tiene el privilegio de ser túnica. Mis cincuenta y seis no tienen privilegio alguno. No son míos… Aún.
Soy una involuntaria en ésta mucha luz que da el cristal que me he creado o me han ordenado crearme. No importa, cualquier cincuenta y seis se puede escribir de cualquier manera, en cualquier lugar. Yo lo escribo sobre lo más fabuloso que tiene una mujer: Sus años. Su experiencia.
Indudablemente que yo soy un niño impuro o quizás un procaz. Un niño adicto que le inventa a ella que yo soy una mujer con un origen espectacular del mundo. Soy una mujer tigre. Una mujer vengada. No una vengativa que mastica cristales porque ya tiene cincuenta y seis años en una antología repleta de amores, estrategias, franquezas (algunas)… Castillos en el aire (en otras).
Ahora es cuando me mira detenidamente. Monstruo horrible, horripilante. Monstruo recibido con una mordida de cristales. Piensa. Quiere preguntarme ¿y qué es esa grosería de tu alma? Demasiada trama es esto para mí, pensó mi pureza infantil. Pero mi acortinado de mujer fue más inteligente y pensó en los pretextos, en el aplomo, en el relieve de sus senos… Después y sin pensarlo se los pinté de un color muy fulgurante: amarillo. Ella me lo permitió.
¡Amarillo, amarillo vuela… Rómpele el cristal a la damisela!
Ese soy yo, el niño que canta. Visito así su perfume jerez para que se descubra el pubis. Ninguna mujer sensata lo permite si no le cantas. Por eso vuelvo y subo más los decibeles aunque cometa errores musicales cuando le canto. Aunque lo cometa, aunque lo cometa… ese es el mismo niño que comienza a cantarle pero ahora con miedo. Qué miedo, mami, qué miedo.
¡Amarillo, amarillo vuela… La muchacha de Dios está en cautela!
Tardó solo dos segundos. Solo dos segundos, no más. Como quien no argumenta con razones, desheredó todas sus cuestiones sentimentales lanzándose con el pubis destapado en el niño, en la mujer que es el propio niño, en el cristal, en la túnica… Y en los cincuenta y seis años.
Supo así dar tremendo golpe de luz. Me derribó y al momento creyó en el acto de mi música. Su belleza plácida, helénica coincidió exactamente sobre las marcas que tenía del último poema que le había leído. La reina emblemática tiró su alfombra desde el piso alto, después se echó a rodar. A rodarme. No hubo allí ni un solo adorno, solo un cristal de porcelana blanca que se estrechó dentro de mi mano. Después todo fue muy impresionante. Hermoso como en una bandeja de plata. Desnuda y con bizcochitos para su niño dorado, que la miraba con su fondo de telón, se desgajaba el volumen de su cuerpo escuchando una canción con más cabida a la locura que a la humedad que le corría (atrevida ella) dentro de sus piernas.
Júpiter, Júpiter, Júpiter el mañana no tiene ayer… Júpiter, Júpiter luna amarilla de… Luna amarilla de… Del cristal que viene desde el ser.
Y soñó con el grito. Lo soñó, pero también lo gritó como si fuera un belga haciendo una reverencia ante una mujer desnuda con cincuenta y seis años extraordinarios. El tiempo no declinó. Tampoco el planeta Júpiter.
Mamita, mamita, no te declines…No te declines. Mamita.
Triunfal y con algo de satélite me conquistó el lugar, el privilegio, el conocimiento… El Cristal.
¡Murmura, mujer! ¡Murmura…!
Y entonces bajé y bajé como un gran señor de etiqueta. Después los dos a su vez bajamos considerándonos con los mejores derechos del mundo para romper el frío que se traga a la gente cuando se demoran contando sillas en las plazas de catedrales.
Es claro, que si de pronto me encontrara con esos cincuenta y seis años el palacio de Venecia que he edificado aquí no se combinara ni con góndolas ni con turistas ni con equipajes. Fuera yo, taciturna, embriagada, pero clara. Muy lucida, tan lucida que entonces reclamara urgentemente a un gondolero con mi ademán feminista que nos fuéramos dos días a París y una noche a Niza para hacerme virgen en el primer deslumbramiento del sol veneciano, porque estoy siendo abusadoramente un niño en un continuo vaivén de ilusiones con mentiras. Con grandes mentiras para si algún día de verdad me hago hombre darle la razón al amor, sentándome en el bar más bello que tiene Ibiza a procurar la manera más mimosa de enamorar a una mujer de cincuenta y seis años.
9 de Mayo 2011
ESCRITORA, IDANIA BACALLAO ITURRIA
CUBA. 2013