Mi Novela: EL GRINGO DEL ALMA

 

-CAPÍTULO I-

 

 

LA LESBIANA DEL ESCAPARATE.

 

Masticamos las hojas que saben a deseo

Y las dejamos caer en las rutas abiertas que

Son una y la misma.

                    -Lourdes González Herrero-

 

 

 

Desde que vi a Irina me percaté que había llegado a la tierra sin transparencia alguna.

 

O sea, que hasta el propio acto sexual proporciona en ella un sentimiento de infelicidad tan descomunal que todo su conjunto: tanto el acto, como la caricia o como el beso le producen un asco que serpentea desde lo repulsivo hasta lo oportunista.  Aunque después que sienta todo este conjunto  goce el orgasmo más sensacional  del mundo.

 

Para ella que -en estos casos- se siente más que mujer,  se equipara de  todo lo que tiene a mano  para que le retumbe el corazón, la boca le expulse chorros de duchas de palabras templadas, las piernas le tiemblen como algo digno de figurar hasta en los más estremecidos temblores terrenales…  Para de esta forma darle de antemano un contexto a su infelicidad, superior a lo que ella misma espera lograr.

 

Entonces es cuando Irina con todas estas características echadas en su alma  le brinda el paso al capitán de su navío como una verdadera deportista.  Y es que lo es.  Irina solo sabe valorar a  los demás según su constitución física.  Y ella es un delfín adiestrado en eso.  Sabe que si no esconde con estilo bien feminista toda su machanguería, hasta el verde misterioso de los charqueros penetrarán en el secreto de su vida y hablarán y hablarán de: Irina esto, Irina aquello…

 

Es por eso que ahora mismo a Irina le han caído tres pesadumbres encima que no sabe cómo quitárselas.  Y mira que las ha manipulado para aquí y para allá, pero las tres están ahí como sus propias mentiras.  Abrazadas fraternalmente a ese cuerpo de ella que tanto se venera. Pero que en su fuero interno lo conoce al dedillo,  y sabe que está repletito de bácilos y gérmenes que son los restos ocasionales de semen, mierda y orine que es imprescindible en todo humano.  Pero que ella desea, como desea tantas cosas,  exterminárselas para botarlas de ese mismo cuerpo  -de una vez por todas-  ese odio y ese asco que alberga desde que yo la vi, no.  Desde que ella me vio a  mí, sí.

 

Aunque en este aspecto no se atreve a profundizar demasiado.  Sabe que si lo hace se arrojará al agua urgentemente, y ella  –la pobre Irina-  no sabe nadar.  Aunque para ella la constitución física sea el mayor énfasis de su vida.  Pero nadar, lo que se dice nadar solo lo logra cuando permite que el varón de turno se deslice entre sus piernas como una anguila. Y ella tenga que inventar su propia piscina y moverse como el pulpo que una que otra vez ha pensado criar en un estanque para cuando el pulpo libere toda su tinta, escribirle con esta misma tinta anónimos a todos los que dicen que Irina es una mujer que finge hasta su misma idiotez.  

 

Y que ella ha absorbido con tanto horror, con tanto temor que le ha dado por extenderse en viajes astrales a través de profundos precipicios y amplias planicies donde me ve volar y volar en el azul de su cielo inventado con una impresión tan enérgica que hasta mí ha llegado su mensaje.  No a través de las llamadas telefónicas en anonimato que me hace dos y tres veces al día,  sino porque esa impresión global tan azul, tan fuerte  de su cielo me ha dejado sin muros, sin tapias y me caen unos albergamientos con ciertos ángeles, que sin castigos ni venganzas me yerguen aleteando y salpicando agua por todos lados como si estuviera dentro de la mismísima hija del agua  y segregara salvia. Mucha salvia, presagiando así  que dentro de poco Irina se meterá dentro de su boca de rasgos bien masculinos una seta.  Porque el curandero que dice ser su padrino le dijo que es en la garganta donde tiene que ser capaz de succionar y devorar a la almeja femenina que se le ha perdido. Y que ahora la hace con las manos en los bolsillos de su pantalón, con un lenguaje que tiene chasquido de hombre montero, con un incipiente bigote que se limpia constantemente porque la babea, y unas pisadas tan toscas que se ha abierto una broma muy insinuadora.  Demasiado insinuadora.  De Irina secretean que ya no funciona bien y que está dentro del escaparate…

 

Entonces Irina ya se está preparando para lo que viene porque la oscuridad trae infinitos peligros.  Eso ella todavía no lo domina bien. Pero a la oscuridad comenzó a nombrarla como si estuviera loca y no conociera los significados de las palabras.  La ha llamado el tucutú.

 

Y el tucutú la tiene que ya solo se le ve, si es que quieren verla, a partir de las siete de la noche dentro del mar.  Ha decido que solamente con su tucutú aprenderá a nadar. Y qué manera más rara de nadar.  Eso es otra cosa que ya Irina  también ha logrado, que se levanten todos en los pocos lugares donde concurre.  Irina nada de culo. Y habla y habla mientras más culo le pone al mar.

 

Otro escenario para Irina sería donde ahora está.  Sentada a la orilla del mar como un griego, con la cabeza junta a un seco árbol.  Parece estar fundida al tronco.  Su funesta mirada me dice que jamás se dedicaría a cosas grotescas, y que quizás por eso está sentada en ese estilo meditativo y no nadando de culo. 

 

Irina no le confesará a nadie lo que verdaderamente desearía hacer en estos momentos.  Solo el mar la escucha.  Solo el mar es quien está inmiscuido en su falta de transparencia.  Y se ha quedado frío porque se acaba de enterar que Irina está totalmente absoluta, y que está decidiendo si se rige o no por preceptos morales.  Y no sabe cómo demostrarlo.

 

                        Irina, no seas tan arrogante.

 

Pero como este tipo de posición la ha visto en tantas películas, ahora Irina la usa y vuelve a su casa con sus tetas más crecidas porque se las calentó en dicha posición con tanta fuerza contra la toalla, que le parece que comparándolas con una hora anterior a ésta, que ya casi rozan las nueve de la noche en las agujas de su reloj, ahora están más alegres, más relajadas… Rechazando  de primera plana que no se arrastrará más ni se dejará arrastrar más por nadie.  Ni por nada.  Así que para la más puta madre la constitución física, el movimiento de la anguila, el tucutú, y hasta si es posible la constitución de la república...

                                   

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