LOS CABALLOS ANDAN SUELTOS SI SON DE PALO...

                                  UN CUENTO HABANERO

 

                                                                                        

Si a usted le dicen que acaban de ver un caballo de color negro en la Plaza de Armas pintando una genial obra de arte con un pincel prendido de su casco, usted ni remotamente lo va a creer. Como tampoco va a creer que yo, después de estar casado durante veinte años con una misma mujer sin serle infiel, ahora me enamoré de una puta. ¿Lo cree?

Y si le digo que soy un loco que acaba de poner una bomba debajo del vientre del caballo en la misma Plaza de Armas, y que nadie me ha visto, ¿lo creería?

Y si continúo diciéndole que esa puta es Madonna, y que la encontré por primera vez en mi vida a la entrada del túnel de la bahía habanera pidiendo botella, ¿está dispuesto a creerlo? 

Y que si para colmo de los colmos, le digo que al caballo le pagaron mil dólares por la venta de su pintura. ¿le parecerá creíble?

Y si, para seguir con una verdad detrás de la otra, le dijera que Madonna, en vez de irse en un auto, se fue en el lomo del caballo negro, sin darse cuenta de que en el vientre de ese mismo caballo hay una bomba que va a destruir la ciudad de La Habana. ¿Lo aceptaría complacido?

Y si seriamente comentara con usted, en secreto, que aburrí a mi mujer por tener un rostro con barba y un pecho sin senos, ¿me creería?

A cuántas conclusiones usted puede llegar si ese caballo soy yo, que hablo como un hombre, pinto como un artista y fornico como ese mismo caballo cuando tengo a Madonna entre mis piernas en el parque El Quijote. ¿Qué me diría?  Y si siendo más explícito le dijera que son las doce del mediodía, que la calle 23, en el Vedado, tiene miles de transeúntes y que ni por negligencia han mirado hacia este caballo que soy yo y hacia esta mujer que es nada menos que Madonna. Ahora sí que no me cree nada, estoy seguro.

Pero qué insensatez, si todavía no le he dicho que mi mujer se hace llamar en secreto Madonna, y en vez de dormir en forma horizontal se cuelga por su barba y duerme vertical. Esto sí que ni remotamente me lo puede creer. Y no pestañee si le digo que fue mi mujer la que hizo la bomba, muy casera por cierto: con almidón, azúcar y amaranto. Y que el caballo lo compró ella para poder dormir con la boca pegada a su verga. Claro que ni jurando usted me puede creer todo esto. Pero depende de qué ángulo usted mire mi ensarte de verdades.

Puede ser que usted no sea práctico y tenga que estar pensando si es verdad o no que la gran Alicia Preciosa salió de su carro para montarse junto a Madonna en la grupa del caballo y llegar hasta el puerto con una escopeta de cartucho entre las manos y desfalcar un contenedor de tenedores. Pero para qué tantos tenedores, se está preguntando usted. Bueno, ahí sí que va a tener que preguntarle a la misma Alicia, porque ahí sí que no llego yo. Aunque Madonna me ha dicho que ese asunto de los tenedores tiene carácter de desarme. Seguro que hablaba de desarmar la bomba. Qué ingenua, no sabe ella que mi mujer es la única que conoce cómo hacer que no funcione esta bomba. Y que según la he escuchado en sus pesadillas diarias, la bomba tiene mucho que ver con el tamaño de la entrada y la salida de la verga de su caballo. Así que ya no puedo darle más datos porque mi mujer se afeitó la cara y se puso dos senos postizos y estoy que no la conozco.

Ah, no me lo cree… pues sepa usted que ayer entró al aeropuerto para filmar una maleta que venía sola y sin acompañante alguno desde el Canadá. Nadie le creyó hasta que no vieron que la maleta salió detrás de ella como una oveja mansa, y detrás de la maleta otro caballo, esta vez de color blanco y con algunos lunarcitos moteados en gris sobre el lomo, una flor entre ojo y ojo, y un cigarro encendido en la boca. Todos los que estaban allí enseguida le preguntaron el porqué de otro caballo. Ella fue rápida, porque me da la gana contestó, agarrándole la verga al caballo para arrastrarlo. No me lo cree, ah, no me lo cree, pues mire yo lo vi todo desde el centro de monitoreo del aeropuerto, donde subí con Madonna y el caballo negro porque Alicia nos dio la contraseña para entrar allí sin usar la fuerza.

Qué pena que siga sin creerme. Ojalá  usted hubiera estado allí, ahora me diera la razón porque escucharía al nuevo caballo chillarle a mi mujer: ay, chica cuidado con mi maquillaje.

Le juro por los cascos del caballo negro que todo esto es verdad, como es verdad que Madonna amarró a este mismo caballo dentro del túnel de Línea a las 3 de la tarde, y se colocó en plena vía a meditar con un ramo de palitos de incienso en la mano, por cierto muy cerca del vientre del caballo. Entonces un policía que pasaba le preguntó el porqué de todo aquello, y ella solo se limitó a decirle, el pegaso, el pegaso…  Mientras el policía, dejando a un lado sus patines, también cayó en ese trance de la meditación, se sentó junto a Madonna, colocó sus pies sobre los muslos, y a meditar, cuando un colapso de carros, alrededor de 30 mil, se amontonaron uno encima de otro dentro del túnel para que el caballo ya con el pincel en el casco volviera nuevamente a pintar, ésta vez una obra titulada, el médium cubano. ¿Sigue sin creerme?

Y qué le parece si le digo que en ese mismo trance cayó mi mujer en el muro del malecón cuando retocaba con carmín la boca de su nuevo caballo, mientras la maleta con su cara de estúpida engreída le gritaba, hombre, hombre… Y mi mujer aprovechando el escándalo de la maleta, que se abría y se cerraba cada tres minutos, le metió la mano hasta lo más profundo de su alma sacando un enorme pegaso blanco, muy blanquito con un zarcillo colgando en una de sus orejas. Qué ilusorio todo, verdad. Pues conozca usted que la mentira aún no está dicha por mí, y que debe esforzarse en creer lo que le digo porque hablo muy en serio. Y que dicho Pegaso al sentir el aire del malecón habanero se salió de entre las manos de mi mujer y fue volando sobre el mar hasta el túnel de Línea, donde la confusión era peor aún, pues Alicia ya había bajado a un centenar de ángeles con faldas puestas para que el caballo negro captara mejor la imagen de ese asunto que ella llamaba ballet esotérico. 

Pero de lo que yo sí estoy seguro es que si le dicen que Madonna es una puta usted lo cree, ¿no es cierto?. Como también creerá cuando le digan que la dichosa bomba explotó a las 3.45 ya en las afueras de la ciudad, porque a Alicia le dio por decir que una puesta de sol acercaba más a los ángeles a la tierra. Y que no quedó ni tierra ni sol, nada más que mi mujer pintada en un lienzo con la enorme verga de su caballo dentro de la boca, mientras una maleta con alas se abría haciendo volar a tres mil angelitos con faldas. No me cree, ah, no me cree… pues yo los tuve que contar para que me pagara aquel americano que apareció en un globo volador sobre la Plaza de la Catedral diciendo que por cada ángel me daría un dólar.

Y claro, nada de esto usted me lo ha creído. Eso es porque no me ha visto con dos alas y un zarcillo en la oreja volando sobre usted a las 3.45 de la tarde. Cuando usted me vea, ya veremos.

 

 

EN CUBA DEL LIBRO: "LA MEJILLA EQUIVOCADA".

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