EL VIEJO BARRIO DE YDANIA

UN LAMENTO SIN DESPEDIDA.  

 

No hay hombres cultos, hay hombres que se cultivan.

                                    Anónimo

 

 

Y pensar que Juana puede morirse sin conocer que la homosexualidad no es un vicio ni ninguna enfermedad.  Pensar que tarde o temprano ni cuenta se dará que pasó sobre madre tierra sin darse cuenta que amar lo igual es lo mismo que amar lo desigual.

 

Porque si Juana saca  la cuenta vería que todo el mundo se lava su cosa por la mañana, recoge los mandados por la tarde, compra perfume en una tienda cara o barata y escupe en el mismo piso donde también se puede orinar, defecar, o caminar.

 

 A Juana le llegará un día que ladrará sin saber cuál es por fin la presa que tiene qué comer.  Desde el amanecer hasta el anochecer se sacude, tiembla… Es una parlanchina tirada en el suelo de que lo más lógico de la tierra es un hombre y una mujer.  Porque así lo dijo Dios.  Y conocerá Juana quién es Dios.  ¿Se acordará Juana?

 

Juana que es una mujer lo bastante mayor,  pero que para el Juan que la acompaña es una muñeca de terciopelo lo bastante joven como para que a la una de la tarde dar  sus grititos de qué rico,  mi viejo.  O sea,  Juana sabe que Dios se lo dio para disfrutarlo.  Pero, lo que Juana no sabe es que también Dios me lo dio o te lo dio para disfrutarlo.  Para gozarlo, para arrancármelo o arrancártelo si es preciso y regalarlo a la primera, o al primero  que se elija en el día, en el mes, en el año. O en el tiempo que nos dé la gana. Así sea a la una de la tarde como escoge ella los martes de cada semana. Para que el nieto haciéndose el que está pastoreando los matorrales tenga, sin duda alguna, el instinto de varón que ella misma le educó como una gran advertencia, la oportunidad de aprovechar la advertencia misma de abrirse su braga y romper el silencio que tiene dentro del cuerpo desde que la mujer que dijo ser su esposa en una fiesta de gritos, dinero y algarabías se le fue con la propia jefa del recinto donde bailaban festejando no sé  qué cosa, porque aquello de boda tenía muy poco. Quizás la fachada, la estafa, la mentira… De la  supuesta  esposa.

 

Y en ese instante en que Juana se ocupa de su blusa porque todavía está abotonada, y Juan no es de los que se ocupa de eso y menos a esa altura en que ya está medio muerto de cansancio y la negra Juana le pide otro palito,  otro palito,  otro palito… Papito. Es en este instante en que Juana no se siente gratificada y se acuerda de la mujer de su nieto cuando le gritó en su propia cocina. En la cocina que ella limpia, friega, pule, decora todos los días, que la mamada de bollo que a ella le dan ya quisiera ella que se la dieran.  Y chilla duro, pero muy duro pero no porque su Juan no sabe darle esa cochinada que le dijo la tortillera esa sino porque tiene un lamento dentro desde hace muchísimos años que solo lo puede soltar cuando lo chilla cuando lo pone como despedida entre su dignidad y sus deseos, y así juega a la fantasía con Juan.  Se la juega para poder tirarse a aquel negro viejo y ya asqueroso que le ha tocado en la vida, porque ella en su nidito lo que prefiere es una lengua.  Una presa toda embarrada que la estremezca, que le abra el grifo que tiene mezclado dentro de sus exigencias pueblerinas, que debe estar tapado y a escondida, porque sino todo se le escapara, todo se le sufriera, todo se le fuera de las manos. 

 

Porque si Juana saca la cuenta notará que todo lo que le ocurre con esa edad es que desde que estuvo en la primaria ejerce sus funciones sexuales como si fuera un cofre sellado que nadie se atrevería a abrir,  y menos a ella que es una negra vieja que no conoce nada más que la cremallera de su marido. Y que si conoció a otras fue por culpa de lo voluptuoso que tiene dentro que no la deja vivir desde aquella edad en que la amiguita María se le ponía como una hiedra encima de la litera cuando hacían los ejercicios para relajarse el cuerpo para aquella famosa tabla gimnástica,  donde conoció por primera vez a aquel negro prieto y grande como una bestia que se llamaba Juan,  y que hoy todavía la acompaña en sus años pero no en su cama porque se ha quedado con ese secreto tan guardado de que no hay mejor cosa que la lengua de María cuando se convierte en una hiedra sobre su cama.

 

 

                     

                                 3 de julio 2011.  CUBA.

 

 

 

 

 

 

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