ESTOY LOCA POR TI.
A José L. Santos Muñoz, por sus
Palabras del
Down Town.
Adapa, duerme conmigo, puede ser reto o paz, pero lo más importante
ahora es que duermas. No sigas pensando en las plegarias de tu mantis
religiosa.
Ya estoy loca con tu oración:
Oh, Luna hurgaré en la tierra
para encontrar mi comida de hormigas,
déjame comer…
Dormir conmigo es una invitación que te hago muy especial para el espíritu de Tore, el dueño de tu bosque.
Mi espiritualidad te regalara mucho sobre tu sociedad secreta masculina. El gran Tore, puede salvar tu interior para
convertirte en un patriarca bambuti.
Duerme conmigo, Adapa.. Tus hormigas llegarán…
Te besa, CRETA.
Adapa no aportó mucho con estas líneas alocadas que le escribí. Y por inercia me he convertido en su cómplice. Si los indios volvieran con sus descabelladas ideas de la confianza y la desconfianza, nosotros fuéramos sus anfitriones. Lo grotesco es que Adapa está como esos indios, no al baño, no al perfume, no y no a todo. Protesta y protesta … enfurece y enfurece… ¡maldito, Adapa!, qué enfoque más insensato le da a la ley de Moisés.
- Adapa, fósil masculino, acaba ya de escribir la palabra mierda en la
pared, y libera ese sinnúmero de prescripciones. Tú no eres un rabino.
La figura de Adapa es la de un talmudista. Las musarañas acuden a él para hacerlo olvidar. Su primer descuido es dejar mi invitación a un lado y no preguntarme nada. No quiere dormir.
Con sus mal vestidos y sus arrechos es un ejército loco. Yo quisiera frenarlo, cerrarle duro los párpados restregándole la nuca, pero Adapa se desliza hacia otro mundo. Solo come arena perfumada, se tapiza el cuello con grasa de carnero y calienta sus hormigas sollozando.
Cuando escribió en
-Adapa, cabra masculina, deja ese idealismo. Adapa, Adapa, yo no soy
un tótem.
Quiero decirle que su secta no existe, que necesito una tregua. Y que esto no es un territorio sagrado, que no hay razones para que no se profane.
-Me oyes, Adapa, me escuchas bien. El humo del potaje no es un rito.
Pero ahora Adapa ya no se calza sus pies. El dedo gordo lo pintó de rojo, y me ha mirado estrujándose los ojos.
Mira, mira… el humo es oscuro, pero una vez que te lo
tragas es posible ver las cosas más claras.
Dijo esto y se retiró encaramándose de un salto torpe en el borde del aljibe. Uno de los peces se fue del agua y comenzó un rodar por las baldosas del piso, un grito de pavor salió de la garganta de Adapa. Después se acurrucó dando tantas palmas y gritos como le permitía su inconciencia. Allí estuvo removiendo los sueños e historias de Nanak, de Siva y de Hari-hara durante mucho rato.
-Quién te maldijo, Adapa, quién te maldijo. Quiénes son Nanak, Siva y Hari-hara. Adapa, Adapa, no quiero que te digan más el loco del aljibe. Adapa, Adapa…regresa.
Al rato dejó asomar las orejas y se sonrió. Cada vez que quiere burlarse de mí hace lo mismo. Después con su influencia primitiva trae su pipa.
Fuma, fuma… que tienes la lengua como una
serpiente.
Cuando se acercó un hilillo de baba tierna y miedosa le rodaba por
Creta, quisiera dormir contigo. Acurrucarme junto a tu
animal humano, pero las casas descienden de sus
tótem esperando al Mesías… Y yo, yo… yo soy quien
tiene que encontrar el Anillo, el poderoso emblema de
nuestro Mesías.
Después que dijo este sortilegio nunca más usó ropas. Rehúsa tener comunicación y se baña persistentemente junto a los peces del aljibe. Camina horas y horas desnudo, como si esto fuera la reacción natural de comer hormigas nada más.
Mi revancha, mi revancha… Dios llega al hombre,
Dios llega al hombre… No hay escapatoria, no
hay escapatoria…
Con este código programado y con siete tabletas de arcilla en el bolsillo de cuero lleva más de una semana. A toda persona que encuentra le dice lo mismo, no hay escapatoria, no hay escapatoria… Y como una razón muy natural todos gritan: ¡el loco del aljibe, el loco del aljibe!
Adapa ya es un hombre enajenado. Se escabulle para comer lombrices y después vomitarlas. Dice que así descubrirá el secreto, y sin escrúpulo alguno revisa todos sus vómitos para encontrar el emblema del Mesías.
Ya su lengua casi ni se le entiende. Pero él piensa que así saldrá airoso. La mayor parte de la gente tiembla cuando lo ve. Yo significo su ausencia, no me ha hablado nunca más. Y lo más difícil es ver sus placeres.
Con las manos sucias se acaricia todo el cuerpo hasta que llega a su sexo. Ahí se detiene y lo mira, después lo riega con arena perfumada y lo engrasa con el cebo de los carneros. Ya cuando lo tiene en esas condiciones le habla:
Mamífero bambuti, mamífero bambuti aúlla, grita
que eres mi gran lama… mi lama.
Después lo sopla una, dos, y hasta tres veces para entonces palparlo poco a poco gritándole:
explórate, explórate…
Y como un sauce fuerte aquel sexo sube y sube como un farallón en la soledad
que él cree tener detrás del aljibe. Una espuma verdosa le relampaguea por toda
Hoy cuando lo vi en esas condiciones no pude aguantar más y fui acercándome poco a poco. No me desdeñó cuando llegué desnuda frente a él. Una sola vez gritó:
el clan de la mujer, el clan de la mujer…
Después siguió con la sonrisa, como si estuviera pegado al olvido y yo no existiera.
Déjame bautizarme en tu cuenca, le dije. Primero tembló como enfadado, después como llevando a un niño de la mano me arrastró hacia él.
bebe, galaxia maternal, bebe de mi astro de
dharma…
Enfilado y como si quisiera preservar la pureza del cuerpo dejó que mi boca venerara su sexo.
Sagrada de los Vedas, Sagrada de los
Vedas… aspira, aspira y libérate de Jaina,
el mundo material es de los insectos.
Escuchando todos esos misticismos logré acostarlo sobre la yerba húmeda del aljibe. La espuma de su barbilla ahora era más visible, y la sonrisa se mantenía inmutable. El sexo seguía siendo un farallón duro y mi boca pudo hacerle el bautizo sagrado en su cuenca.
-la deificación del monarca, Adapa. Esto es la deificación
del monarca.
Con esta jerigonza mitológica mis caricias lo fueron envolviendo, y lo besé diciéndole que llegaba la resurrección del espíritu. Ya cuando me acosté encima de él buscó por el cielo durante mucho rato con la mirada extraviada y sin razón, hasta que fijando los ojos en un punto muy oscuro gritó como el más puro de los demonios:
El tebaico Amón adora al sol, ya puede
cavar su templo…
Entonces sentí unas manos muy toscas en mis caderas. Su cuerpo danzaba bajo el mío con mágicas fuerzas, haciendo pasar su sexo por entre mis piernas como un soberano juez. En un momento, casi imperceptible, repitió la frase que ya había olvidado:
Hay que abolir el patriarcado… hay que
abolirlo.
Después una luz fue inundando poco a poco sus ojos mientras su farallón penetraba lo más profundo de mi vientre. Así, con ese rito mágico religioso, se deleitó trasladándose a jardines umbrosos, rodeado de séquitos y servidores.
Adapa, Adapa… estoy loca por ti. Mis palabras le llegaron cuando sus ojos ya estaban tumbados y su cabeza llena de arena dejó el temblor que tenía para también caer tumbada como un sacrificio fálico.
Tú también eres cosa del tiempo, mi
Ganesa, mi dama Ganesa…
Así me contestó con las palabras ya idas de su cuerpo, mientras que un viento con humo hizo un trazo oscuro en el cielo, y Adapa comenzó a incinerarse hasta que todo se fue nublando, convirtiéndose el aljibe en la hoguera en que se incineraba el bambuti del Mesías. En mi dedo anular un anillo profético fue entrando muy despacio, entonces volví a sentir a los peces en el aljibe. El cielo era de un azul intenso.
ESCRITORA, IDANIA BACALLAO ITURRIA
CUBA. 2013
0 comentarios:
Publicar un comentario