BRUJO DE MUJER O DIFAMACIÓN DE MUJER

 

BRUJO DE MUJER.

                            Un ave puede amar a un pez,

                             pero dónde viviría.

Ella volvió como vuelven las historias, a contarla sin mucho disimulo.  Sin mucha vergüenza.  Con aretes de marfil y ojos de tristeza llegó con su rostro marchito e insaciablemente inactiva.

 

No pudo disimular la boca.  Estaba ahí con la misma fiera autoridad.  El rictus de dolor también estaba ahí pero más sobresaltado en la sonrisa.  Esa sonrisa que no se parecía en absoluto a la de antes.

 

Había comprado una historia para vivirla.  Y se la compró sin odio,  sin miedo.  Sí con vergüenza.  Y ahora la colgaba como se cuelga una hamaca.  En el portal.  Lo hizo a la fuerza para no sentir bochorno.  El bochorno duele cuando es fantasía el intento.  Lo sabía desde mucho antes de comprarse la historia.

 

Y habló de poesía, de gérmenes, de bacterias.  Pero no de amor.  No pudo porque la inocencia estaba muerta.  Retirada y distante.  Y vio caballos trasnochando en su cama.  Vio nidos de cigüeña en el cielo de su boca.  Tenedores que hablaban y murciélagos que cantaban con tristeza… Pero no vio al amor.

 

María Salas se dio cuenta así  que había gastado parte de su fortuna.  Y la historia no le respondía.  Los mensajes del universo no eran para su compra.  Una buena reputación valía mucho.

 

Y dentro de sus siete paredes bien pintadas de amarillo tenue comenzó a redactar cartas de hechizo.  Lo hizo sin propósito alguno, solo para entretenerse de su odiosa carga de tristeza.  Cuando leyó las siete primeras cartas se  horrorizó pero no hizo por destruirlas, solo le pintó collares de azafrán a cada una.  Nunca supo el por qué.

 

Con el pensamiento puesto en Edel Morales a toda hora y con las manos en la tierra, María Salas estuvo doce días hasta que lo vio venir con una gorra de marinero y tres tachuelas de zapatero hundidas en el pecho.  Venía vivo de cuerpo pero muerto de alma.  A Edel Morales lo habían clavado con brujo de mujer.

 

María Salas se hincó de rodillas y él se detuvo.  De su bolsa de cuero sacó tres mazos de dinero y los puso en la curva tibia que dividía sus senos.  Entonces María Salas dejó de colgar hamacas en el portal y se dedicó a buscar la forma de desclavarle las tachuelas del pecho, y que no se le muriera.  María Salas tenía el corazón en un hilo pero calló como callan las estrellas, con una gloria dolorosa y sorda.

 

Finalmente y ahogada en lágrimas de rabia se percató que Edel Morales pasaba por un gran período de depresión por haberla rescatado del río.  La muerte siempre había sido para él algo inesperado y sin motivo.  Y se sintió más inútil y derrotada que nunca por su tenaz deseo de vivir siempre.  Vivir mucho.

 

Edel Morales aún con su vergüenza presente y su culpabilidad le contó que no pudo con las privaciones mundanas, y que acribillado por los deseos se iba a la calle de las rameras para recordarla a ella.  A la María Salas que le exageró los orgasmos durante siete meses y dos días.  Y después como en un estado catatónico se le desapareció.  Se fue.

 

María Salas no estaba preparada para ese sentimiento y tuvo su primer orgasmo así de rodillas y sin ser tocada.  Las ansiedades y las melancolías acumuladas durante tanto tiempo se lo provocaron.  Había llegado a sentir que ella era propiedad suya y se levantó con el juramento de ser su concubina espiritual para toda la vida.  Se le podía perdonar porque Edel Morales defendía una causa, la de ella.

 

Día y noche escucharon el mar porque María Salas sabía que uno también cambia por dentro.  Y el mar era una extraña mezcla de franqueza y compasión.  No como el río que se mezclaba entre astucia y crueldad.

 

Y guiada por su forma de vida primitiva y por necesidades primarias le contó todo al mar.  Se lo dijo sin fatalismo.  Y Edel Morales la escuchó sin conexión con el ayer, moldeado ahora por innumerables cosas que nunca le habían tocado.

 

Apasionadamente volvió su pecho al aire salobre del mar y sintió que lo alzaban como Dios alza a sus elegidos.  Lo sintió formando parte de ciertas flagelaciones débiles que lo forzaban a una absoluta seriedad.  María Salas consumada en la ruptura completa del pasado le limpió el rostro con sus lágrimas adoctrinándolo con su mano ardiente como si la historia que ayer compró hoy se hiciera realidad.

    4 de julio 2010.

 

 

 

ESCRITORA, IDANIA  BACALLAO ITURRIA

CUBA. 2013

 

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