CAPÍTULO DE MI NOVELA "LA PLEGARIA DE LA YERBABUENA"

 

 

PERFUME ROSADO

 

 

 

                                                …amoroso, gentil

 

 

La ciudad ha despertado como me he despertado yo que sigo con todas las mentiras del mundo clavadas en mi esternón.  Si aunque sea conociera alguna  coartada o alguna estrategia  para estropear lo dicho.  Pero no.  Nunca podría estropearlo porque la ingenuidad me come.

 

Lo he vuelto a ver.  Lo he querido volver a ver, y el dorso de su mano se ha deslizado por mi mejilla. Le he sonreído para no llorar.  Pero él sabe que lloro porque no puedo con tanta maldad.  Soy una contagiada de melancolía, y esto siempre ha sido un bautizo de nostalgia para mí.  Un bautizo que él aprovecha nuevamente para pasar sus manos sobre mi rostro.

 

Quisiera mentirme.  Decirme que el engaño es un derecho hereditario de los hombres, y que Alberto y yo volveremos a amarnos.  Pero estoy aterrada, las especulaciones no se disuelven tan fácilmente.  Solo explotan y explotan.  Ya Alberto es casi un retrato gastado, pero sus escenas eróticas aún son codiciadas.  Por eso vuelvo siempre a la misma idea que estoy hipnótica. Muy etérea mientras me aumenta la melancolía.

 

Y recuerdo claramente el enorme lienzo de Sor Juana Inés.  Siempre colgado en la pared trasera de la cama de Alberto.  Es una desolación, le digo.  Siempre se lo he dicho.  Su mirada nunca ha logrado desclavarse de mi nuca, y embriagada con sus ojos poéticos le recorre la espalda a Alberto, la actuación de Alberto… Mi rostro va más allá de la plegaria de Sor Juana, y como si la tuviera dormida sobre mí,  eternizo la materia suave de su lienzo aliviándome del hipnotismo de Alberto.

 

No volví a verlo hasta hoy.  Pasé semanas enclaustrada. Me ahogaba en una profundidad solo mía, en la que era imposible salvar alguna de mis percepciones.   Mi dilema era lamentable, humano.  Devorada por completo en mi enclaustramiento, recordaba sus labios rosados, leía una postal escrita con ternura, miraba nuestras fotos que me recordaban mi actual flaqueza.

 

Y ahora vuelvo a verlo,  pero esta vez es como un altar tentador.  Inmutable.  Cómodo para existir.  Pero Alberto no conoce que ya estoy como muerta por sus artimañas.  Ese placer lo ignora. De modo que sus palabras volvían a ser las mismas pero con un desvelado afán. Es como si fuéramos a un reencuentro pero repleto de soledad. De soledades.

 

Y la caricia de sus manos era temblorosa.  .  No comprendí si aquel temblor era un halago o un olvido.  Reconocí en Alberto al mismo espontáneo. Eso sí. Y esa misma habilidad tan suya lo acostumbraba a ser mío. Quizás por eso no dejé de arder.

 

Mis palabras al borde de perdonarlo. Mis lágrimas entonándose, y Alberto sonriendo con cierto optimismo y muchos detalles.  Y me digo para mis adentros: Coño,  no entiendo a los hombres.  O soy extremadamente ingeniosa o sufro demasiado lo que equivale un amante.

 

Pero ya mi desnudez ahora está nuevamente colgada, como Sor Juana Inés pero en las manos de Alberto. Que roza con su boca la punta de mi pezón. Quizás averiguando qué nueva verdad tiene mi pubis para que siempre bailemos los dos en la proa de los orgasmos.  Deseosos, hechos para una misma necesidad.  Dispuesto Alberto y dispuesta yo a comernos la fiebre del momento para confirmarnos que la esperanza es un grano de azúcar que nunca se humedece.

 

Lo que me sucedió con Alberto quizás lo conocen mis más íntimos.  Son pocos, tengo una rara vocación por la amistad.  Alberto fue mi gran amigo, un elegido tocado por mis dioses.  Cuando medito sobre este hecho, que ahora me protesta tan tristemente, quisiera ir hasta Casablanca para eliminar esa tradición que Cristo inspira con su Jerusalén en nuestra Habana.

 

Me avergüenzo cuando muevo tantas alabanzas sobre esta duda que hoy tengo.  Porque trato de levantarme, trato de enterrar el deseo de la carne y el deseo de mi mente. Pero Alberto salta nuevamente de su salida hacia mis adentros. Propiciando que su geografía se incline aún más sobre mí,  para que aún más también yo apresure mi regreso a su cuarto.

 

Una de sus manos me invita parodiando con lujuria sus deseos y los míos.  Sensación y movimiento absorben la luz que se disuelve en este cuarto.  Entonces siento su lengua erizada dentro de mi sexo, y a la eternidad oliendo nuestros orgasmos.

 

Así ya no nos quejamos de la vida porque ella no nos retiene.  El parque, sin temor a Dios ni a sus cristianos, se arma buscando el flanco. Alberto y yo logramos inscribir sus flores en ese flanco, entigrecernos con sus árboles regalándole nuestra diana.  Nuestro orgasmo.

 

Y le digo hipotético, grabador, príncipe, con mis piernas bien abiertas sobre su lengua consoladora.  Todo me huele a mundo mientras Alberto con su axila acaricia mis pezones inquietantes.  En espera ellos también por la lengua y la delación de mi culpa.

 

Me siento desleal al corazón, Alberto es un rey golfo.  Un loco que lanza mis ropas por la ventana y me insulta como a una de las putas baratas de Arthur,  para danzar así sobre mis muslos en busca de la leche tibia que también pudiera hervir en cualquier casa contigua, como el desayuno de hijos que amanecen gritando por un vaso de leche en sus manos.

 

Y nos escuchamos en el regreso.  Mis caderas estremecidas todavía vierten pistolazos sobre el ardor que Alberto, apacible y sobreviviente, deja como un descuido en mis oídos.

 

Mi pelo, mi mano y su boca quedan conviviendo.  Ahogados, pero ascendiendo de profundidades que Sor Juana Inés no comprende por mucho que se esfuerce con la soberbia de sus celos.

 

Como la liebre atrapada nuevamente, y con una condena escrita sobre mis poros guardé sus caricias en el alivio del disfrute.  En el alivio del éxtasis. En el alivio de mi corazón.

 

Pero ahora Alberto consagra sus ojos al color de las paredes.  Habla sílabas, interjecciones, monólogos.  Mi cuerpo ya no reacciona como hace unas horas.  Tiene miedo de eternizarlo todo.  Tiene miedo de absorber una mentira.

 

Sobre la ausencia de la sábana miré hacia mi cuerpo, y me di cuenta que Alberto gozaba de una tercera guerra mundial sin enemigo.  Prófugo sin descanso. Ya cuando estuve bien segura de diferenciar lo breve de hoy a lo extenso del ayer, lo odié con desgano. 

 

Asqueada y vacía, con ganas de romperlo todo me llevé nuevamente la depresión y el cuerpo al encierro de mi cuarto.

 

Ahora me obligo a reconocer que este nuevo intento fue inútil.  Alberto es incapaz de salvarme del miedo.  Frente a las estatuas blancas del parque,  grito. Y escapo así de las convulsiones que me ha provocado este reencuentro.  Pero estos gritos no me salvan de la depresión. Ni mi llanto escandaloso ha llamado a los amigos ni a mi familia.  Sigo sola, tocando la filarmónica de mi padre para sensibilizar a los felices o a los desgraciados que pasan por el parque en busca de alguien que les quite la sed de su soledad. De mi soledad.

 

2010. CUBA. RANCHO VELOZ, VILLA CLARA.

 

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Emilio Fernandez dijo...

Hola ¿Cómo está usted?
Mi nombre es Emilio, soy un chico español y vivo en un pueblo cerca de Madrid. Soy una persona muy interesada en conocer cosas relativas a la cultura, el modo de vida de los habitantes de nuestro planeta, la fauna, la flora y los paisajes de todos los países del mundo etc., en resumen, soy un persona que disfruta viajando, aprendiendo y respetando la diversidad de la gente de todas partes del mundo.

Me encanta viajar y conocer en persona todos los aspectos mencionados, pero, por desgracia ya que esto es muy caro y mi poder adquisitivo es bastante pequeño, se me ocurrió una manera de viajar con la imaginación por todos los rincones de nuestro planeta. Hace unos años empecé una colección de sellos ya que esta actividad me permite conocer de una forma original algunos aspectos como la fauna, la flora, los personajes, los monumentos etc. de todos los países. Como desgraciadamente, cada día resulta más difícil conseguir sellos, hace algún tiempo que he comenzado otra colección en la que mi meta sería conseguir al menos una carta de cada país y territorio con autonomía postal en el mundo. Este modesto objetivo es factible de alcanzar en la mayor parte de los países, pero por desgracia es imposible de lograr en otros distintos territorios por varias razones, ya sea porque son países en guerra, ya sea porque son los países con pobreza extrema o porque por algún motivo, su sistema postal no está funcionando adecuadamente.

Por todo ello me gustaría pedirle un pequeño favor:

¿Sería usted tan amable de enviarme una carta por correo tradicional de Cuba? Entiendo perfectamente que usted piense que su blog no es el lugar adecuado para pedir esto, e incluso, es muy probable que usted ignore mi carta, pero me gustaría llamar su atención sobre la dificultad que tengo para recibir una carta desde ese país, ya que yo no conozco a nadie ni a dónde escribir en Cuba con el fin de aumentar mi colección. Una carta para mí es como un pequeño recuerdo, es como si hubiese visitado ese país con mi imaginación y al mismo tiempo, la llegada de las cartas desde un país es un signo de paz y normalidad y una forma original de promocionar un país en el mundo. Mi dirección postal es la siguiente:

Emilio Fernández Esteban
Calle Valencia, 39
28903 Getafe (Madrid)
España

También me gustaría invitarle a visitar mi blog: www.cartasenmibuzon.blogspot.com allí, si usted lo desea puede echar un vistazo a mi colección y de esta manera comprender de una manera más gráfica porqué le hago esta petición.

Por último, quisiera darle las gracias por la atención prestada a esta carta, y tanto si usted puede ayudarme o si no, le envío mis sinceros deseos de paz, salud y felicidad para usted, su familia y todos tus seres queridos.

Atentamente

Emilio Fernández

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