MUJERES RARAS

 

Y TÚ QUÉ HACES DE NOCHE

 

                                           A Hilda Álvarez, enigma de olor en su misterio.

 

Es de noche, el cuarto se ha contaminado conmigo. Hay en la atmósfera un árido presagio de terremoto. Y yo estoy a punto de gritar. Pero me siento.  Escucho la voz de una mujer a través de la radio. Me gusta. Mi cabeza gacha comienza a levantarse sin proponérmelo. La mujer se llama Hilda y reflexiona sobre temas de sanación.

Alzo el volumen para sentirla más cercana. Por alguna inaudita razón,  beso la bocina del aparato de radio. Son normales en mí tales extravagancias. Pero ella no lo sabe. No me conoce. Así que si me viera, quizás me consideraría loca.

Si estuviese en mi cuarto, podría averiguar por qué parezco un capullo en la esquina de mi cama cuando dice que hierva la canela a las seis de la tarde para que bajen los ángeles al cuerpo.  Subo con ella a ese hilo de continuidad esotérico y su timbre de voz me envuelve en un encantamiento más carnal que espiritual.

Me gusta ese sueño sobre el universo. Hilda se convierte en Dios mujer.  Me dejo llevar.

El polvo de la canela cae dentro del agua formando una película en la vasija.  Atontada como estaba quedé mirando el rostro de mujer que aparecía en aquella película olorosa, que invadía mi cuarto recomponiendo mi ánimo. Solo Dios sabe por qué atajos llegué a la conclusión de que ese rostro era el de Hilda. 

La canela se ha esparcido y los labios de Hilda se muestran con una sonrisa contagiosa. Yo también sonrío. Pero lo hago con miedo. Como si fuera una condenada de años y ahora el aroma de la canela me concediera la libertad.  Desde que escucho a Hilda estoy percibiendo ángeles a mi alrededor. Ella es la voz de mi silencio interior.

Añoro envolver a Hilda en un abrazo. Sé que pronto seré una mujer distinta. Ya lo leo en la canela como un anuncio de los ángeles. Pero añorarla ya no me basta. Su aroma vuela dentro del cuarto y yo vuelo con él. Lloro entre los brazos de Hilda.

Hilda sabe que estoy despejada pero solo a medias. Sabe que aún guardo el frío de la isla, por eso habla y habla entre chistes, experiencias, comentarios… Su voz es bálsamo.

Se ha vestido demasiado bien para enseñarme su mundo. Yo rezo en secreto pidiéndole una ondulación al universo para que me transporte a esa dimensión de paz llamada Hilda.

Pienso que es más fuerte la costumbre de la carencia que el amor mismo.  Hilda está llena de proyectos.  Yo estoy llena de miedo.

Suena el teléfono. Pienso que es Hilda quien llama para felicitarme. Porque he logrado que bajen los ángeles a mi cuerpo.

 

 

 

 

ESCRITORA, IDANIA  BACALLAO ITURRIA

CUBA. 2013

 

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