MARGARITA SIN TRAGO

 

 

LA NOCHE DE LA MARGARITA

 

Después que se hizo de una historia, la margarita se tomó doce benadrilinas y se acostó en espera de la muerte. No iba a lograrlo, porque expulsó todo en sus heces fecales.

 

De ahí que se prometiera ser, no sin mucho apuro, una líder de laboratorio.

 

Y tampoco lo consiguió.

 

Se fue en una lancha de verano a pasear por las costas húmedas de Miami. Eso sí lo logró.

 

Ahora espera, también sin mucho apuro, que los papeles estén en regla para levantar el vuelo, sin tomar benadrilina, rumbo a España, un sitio que le ha fascinado desde que conoció a un tal Juan Luis, un español que había pretendido demostrarle, en el malecón habanero, que mamar no es fácil pero tampoco difícil.

 

No se lo creyó del todo pero supo decirle que sí. Y ahora se iba a verlo en la puerta del hotel donde él la había citado para enseñarle que España tiene sus atributos. 

 

Con cierto rubor en el rostro, que no era de colorete ni de marca registrada en los cosméticos,  se dejó dar el beso de llegada. 

 

Juan Luis, no sin mucha discreción y, con cierto enturbiamiento en los ojos, le pidió que subiera. La habitación era de las caras. Sintió que le había echado un baldazo de agua para enjuagarle el cuerpo con suficiente jabón y espuma blanca. Pero así  y todo, una bocanada de vapor le electrizó el cuerpo porque le llegaron  los recuerdos de Cuba, donde tuvo que ponerse una calabaza en la cabeza y caminar casi todo el malecón habanero para que Oshún le diera el viaje limpio. Libre aun de sí misma si era posible.

 

Ahora, sin freno en las oraciones y sin calabaza en la cabeza lo miraba salir desnudo.

 

No sabe si por los nervios o por el ritual de las caricias, que ya iban llegándole, comenzó a hacerse un agujero en el ombligo.

 

La sirenita que había cogido en la costa quería anularla, aborrecerla… Hundirla. La sola mención del hecho le provocaba tortuosas lágrimas.

 

Juan Luis creyó que aquellas lágrimas eran de dulce sensibilidad en una cubana que con pelo renegrido y mamas de montañas exhibía los pezones flotando enhiestos en la cama.

 

Así la margarita aprendió a asumir en España, y sin ninguna posibilidad de olvido, que también por esos lares puede ser gritado a toda voz: Viva Cuba Libre.

 

La oscuridad que traían las cortinas era estupenda. Estaba de espalda, o se había quedado dormida de espalda. No lo sabía. La margarita sin trapo, desnuda y negra como en verdad es, extraña los mil carajos: esos monstruos conocedores que la inyectaban con  verdadero placer. Y recuerda al que le clavó el alfiler en la nalga para que lo inmortalizara toda una vida. Lo recuerda porque le dolió. Desde el corazón. Pues estaba enamorada.

 

 

ESCRITORA, IDANIA  BACALLAO ITURRIA

CUBA. 2013

 

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