NOVELA: EL GRINGO DEL ALMA... NUEVO CAPÍTULO

-CAPÍTULO VI-

EL AMOR NO ES EROS

Cuando a un hombre lo atacan fuerzas incontrastables y misteriosas, cuando un hombre se defiende en vano contra los más poderosos… ¿Verdad que aún le queda un último sagrado derecho: El derecho de huir?

-DULCE MARÍA LOYNAZ-

 

 

Para Dios Y para Jorge nada es imposible.  Y a Jorge le resulta explicatorio que el amor no es Eros.  Sino alma.  Mucha alma dentro de los escaparates, encima de una bicicleta deportiva, apartando a Dios de cualquier religión maligna, desligándose de un lazo familiar, revolcándose en la cama sin haber recibido ni siquiera el beso de despedida.  Eso es alma.  Un café museo donde se sirva un bulto humano colado a pura confianza y a su vez a puro sabor.  Pero diferente.

 

Por eso cuando ve a una modista vestida de negro, va de un lado para otro como si él fuera esa obra de arte que se adorna con lujo y no puede percibirse desde el exterior, y luego regresa como deslizándose a través de un espejo para en un silencio absoluto agarrar las oscilantes caderas de la modista y moverse como un galgo detrás de un conejo.  Anunciando así que ha sido vulnerado nuevamente su intento de no robar más almas.  Justo un día antes de declararse inocente ante el tribunal de Dios.  Cuál será entonces el próximo vaticinio de la modista cuando se percate que Jorge es un clásico ladrón de almas.

 

Lo único que sí es cierto y ya comprobado es que donde no hay pistola, no hay disparo.  Y la modista le obedece a Jorge desde una perspectiva de ascenso y con una sensación tan agradable, que la copia de la llave que guarda la pistola se la pudo haber llevado  hace mucho rato.  Pero decidió que era mejor abandonar esa idea de tiros, pistolas y llaves.  Y ponerse por completo para el enorme estrago que la boa de Jorge puede hacerle en su alma de aficionada.

 

Está completamente de acuerdo que ya lleva demasiados años escuchando charlas aburridas de vestuaristas que solo traspasan cada día con mayor frecuencia  la cinta métrica que solo mide las caderas humanas.

 

Evidentemente que la modista ya acaba de salir de su tucutú porque ha comenzado a ensayar un juego de simulacro con Jorge en busca de lo que tiene extraviado hace mucho tiempo: el corazón humano.  Y pega su oído a lo que callan los labios de Jorge para solo en susurro decirle: quiéreme.    

 

Durante nueve largos meses la modista no ha fornicado ni con un noble, ni con un poderoso, ni con un villano.  Pero ahora sí fornica y nada más y nada menos que con un ladrón de almas.  Y la cama cruje y el remo de Jorge la penetra y le baja ya hasta el mismo fondo.  Entonces,  así,  y buscando nuevamente la virginidad del alma le dice que no se hace responsable de ningún fragmento roto, ni de ninguna sensación verdadera porque el alma ya estaba hecha cuando él llegó.

 

Y la modista ya quería lanzar sus tijeras usadas y comenzar a fabricar metáforas en vez de hacer vestidos.  Pero cuando escuchó aquello, Jorge le dijo que no fuera impersonal, que solo estaba nerviosa.  Que por mucho que le habían hablado de un hombre como si fuera un Dios, él solo era Jorge, un ladrón de almas.  Pero ella le contestó muy poco: -yo sé que me voy a perder.-  Después pasó su lengua por toda la sal que tiene el cuerpo del gringo del alma.  Y machucó las palabras casi sin fuerza y en jadeo: estoy amándome en un gozo estremecido que no conozco.  Pero Jorge estaba matando su animal blanco dentro del ripio de falda que únicamente le quedaba encima a la modista.  Y solo escuchó como el chirrido de un amolador de tijeras, o un pregón de vendedor de periódicos cuando la modista le dijo con su mente de bailarín: ¿te gusta que te cuente mentiras?  ¡No recuerdo ni la primera vez que hice el amor!

 

¡Maldita puta espiritista ya jodió a Jorge  otra vez!

 

Entonces Jorge sin vaciarse aún se quedó como si estuviera empedrado.  La modista,  vestida de negro como una princesa impaciente y como si encabezara una fila portando una bandera comenzó a bailar desnudándose de la cintura para arriba.  En la fila todos estaban unidos en busca de un mismo camino.  Pero ella era como relámpago en medio de la noche: ofrecía un himno, una victoria… Una bandera.

 

Algunos de los de la fila la miran como ahora lo hace Jorge, entonando cantos ante ella y ante la noche de aquella ciudad que inevitablemente obedecía

–como él- al esfuerzo de lucha de la modista y sus coterráneos.  Obedecía alzando los brazos y saludando a  la romana.  Y Jorge sintió los ojos llenársele de lágrimas, los hombros resquebrajársele y una garra prendérsele a sus nervios.  Todo en cuestión de minutos se le convirtió en gestos de desesperación asaltado por la idea de su patria querida.  Aún metida por completo dentro de la bandada de cuervos que no le abren las rejas desde hace muchos años.  Y camina,  no como el gringo del alma sino como el Rey de los Mohicanos.

 

Y también marcha por la gran avenida dejándose penetrar hasta en las tripas.  Abandonado totalmente a la sensación de estar nuevamente pisando su propia tierra.  Y sus músculos faciales se contraen cuando ve sus lomas verdes, sus ríos y cañadas.  Los bailarines de conga con los tambores, los altares de orishas y el toque… Un toque salido como cuando la luna le cae vertical sobre sus pisadas.  Iluminado.  Un toque de música que refulge fiel.  Y siente por primera vez que la sensación de movimiento del mundo es muy fuerte bajo sus pies, que en realidad la modista vestida de negro ahora va delante envuelta en su bandera, y sus ojos se le achican.  Pero sabe que el mundo sigue moviéndose aunque ahora esté –como nunca antes- asaltado por la idea de estar nuevamente en la tierra que lo vio nacer.

 

Trata de serenar su respiración abrazado a la modista vestida de negro, que sigue inspirada con sus compañeros en alcanzar todas las buenas expectativas del futuro.  Porque la vida es maravillosa, porque ahora menos que nunca se puede cometer una tontería.  Porque es la patria, la bella patria la que está en juego.  Y tanto su lado derecho como su lado izquierdo estaban como desengañados, pero ahora no.   Ahora encuentra más hermosa que nunca la naturaleza de su naturaleza, y como un misterio irremediable vio un ánima bendita hermosa.  Novias que atravesaron sus años, espías sobre su perpetuo sobresalto, caballos heridos que huían como saliendo disparados de cacerías impuestas por la voluntad de imbéciles que quemaron a sus amigos.  Ve mujeres blancas murmurando por lo bajo rezos tiernos, pero que se escuchan y se sienten como las olas de  las corrientes submarinas, pegados a las espaldas, al cuerpo, al alma… Como pura y gran protección.

 

 

Y Jorge llora desnudo sobre el cuerpo de la modista que ya no lleva ropa negra alguna encima.  Llora intentando hablar siquiera una palabra.  Pero en realidad son gemidos, espasmos provocados por la tristeza que mueven sus labios.  Y quizás todo sea producto de una pesadilla, de una entrada a un túnel del tiempo quizás hasta impersonal.  Pero le gustó los compañeros, la banda, el grupo de mujeres blancas, sus flores.  Le gustó su sitio donde se entrelazaron tantos brazos y avanzar.  Avanzar mucho y sin temor…

 

Y con la falsa dureza de tu cara cuando te pones triste cantas el himno de la patria palpando el cuerpo tibio, desnudo, salido de no sabes dónde de la modista vestida de negro para darte cuenta que has sido elegido.  Que tienes que dar por descontado que no es pesadilla alguna lo que te hizo entrar a ese túnel de tu patria.  Y que el ánima bendita y hermosa está ahí contigo porque no te gustan que te falten el respeto, porque no te gusta que te quiten el sitio, tu sitio…

 

 

Al combate corred bayameses que la patria os contempla orgullosos…

 

Y volverá, y volverá siempre Jorge.  Porque el ánima bendita te eligió como te eligen siempre todas las mujeres.  Pero ahora la vas a tener desde las ingles hasta las rodillas, desde la cabeza hasta el ombligo, desde tu boa hasta tus dedos.  Y luego regresará a decirte que le busques el clítoris y se desnudará otra vez y se meterá en la boca todo tu cuerpo con sal para mirarte bien firme a tus ojos, a tu tacto, a tu textura y después te bailará una conga con la boa dentro de su boca, como un trofeo particular, chupando y a la vez tarareando un himno que es tuyo.  Que solo tú conoces que es el que te hace eléctrico, todo eléctrico tu cuerpo para descargarte todo.  Pero todo y quedar vacío.  Muy vacío con el vaso de whisky ahora entre las manos y buscando por toda la habitación a la modista vestida de negro.

 

 

 

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