POBRES MUERTOS NUESTROS.

A la memoria del amigo, del hombre, que una vez firmó su historia con una sonrisa: Francisco Bacallao Pascual…  El Tío Paco.

Pobres muertos nuestros que le han quitado la sonrisa de sus labios con un amén de desquite.  Pobres muertos nuestros que no huelen el campo de las flores y vuelven sus rostros con dolor de mar sin arena.  Pobres muertos nuestros que han sido extintos por la propia mano del apellido.

Pobres ellos que van en su mortaja como huérfanos de baile y de alegría.  Qué pena conocer que la mano que un día acarició el dorso de una mujer hoy se marcha sin el olor de su seno. 

Marche usted, muerto mío, muerto nuestro a comparar la vida con la muerte, a sacarse el dolor que ya no lo aguarda y  entre al mundo de los verdaderos vivos sin tener al enemigo que lo acecha, para matarlo sin el diente que aflora para su desquite.  Para su robo de envidia.

Vaya donde está el huerto que tiene agua y pida, pida también. Su derecho es suyo, su muerte es suya y no apetezca de tanta miseria.  Allí no hay cruces de ceniza en espanto, allí no hay tierra olvidada de mujer. Allí está el hombre adonis, el que alumbra al clavo de Cristo rescatado.  No se deje vencer, muerto mío, muerto de mi vida y aparezca con el semblante bello de su infancia arrodillado ante la bella madre que lo vio nacer. Que lo vio salir de su vientre como un  pistilo con corola de perfume, de mujer para alumbrar a todos los senderos que conducen a la vida.  No le dé pena entonces que su orgasmo sea  el de un hombre sincero y vayase tranquilo, sosegado,  que quien le quitó su olor,  que quien le quitó su sonrisa,  que quien le quitó su madrigal también merecerá su derrota.

En el amén de lo que llega.

En el amén de lo que se irá.

Así de fidedigna también es la muerte.

                                                   15 de Octubre 2011. Rancho Veloz. Cuba.